domingo, 15 de mayo de 2011

jueves, 5 de mayo de 2011

Acitilop


Érase una vez, en un lugar llamado Asu, un grupo de gente denominado “setnanrebog”. Se dedicaban a ordenar a todos los ciudadanos y decidían por ellos. Todo era perfecto, puesto que los habitantes escogían quién pertenecía al “setnanrebog”.

Un día, Asu se quedó sin dinero y recurrió a la violencia para conseguirlo. Tenía que razonar su conducta, por ello planeó una estrategia que haría enfurecer a todos los Asunianos. En el centro de la ciudad, se encontraban los dos árboles más grandes de la ciudad. Si esos árboles eran talados, los Asunianos no lo perdonarían.

Los “setnanrebog”, acudieron a visitar su subgrupo de violentos. Los observaron a todos, sobre todo a un señor de tez tostada. Sin decir nada, volvieron a sus casas.

Al día siguiente, unos truenos hicieron arder a los árboles, y una sierra sacada misteriosamente de algún lugar, los taló. Asu ardía en llamas y llantos. El jefe de los “setnanrebog” habló ante todos: “esto ha sido provocado, provocado por uno de ellos”. Nada más comunicarlo, se difundió una foto de un señor de tez tostada. Todos le culpaban a él.

Asu tenía razones para comportarse de forma violenta, y así ganar dinero. Lo hicieron. Pero las malas lenguas hablaban de un “setnanrebog” débil, incapaz de acabar con el señor de tez tostada. Tras varios años luchando, los ingresos fueron escasos y los “setnanrebog” debían taparlo. Tenían que hacer hablar a los Asunianos de otra cosa. Decidieron que había llegado la hora, debían decir que habían matado al señor de tez tostada.

Una vez más, la gente idolatró a su “setnanrebog”, mientras el señor de tez tostada, se convertía en víctima de lo que jamás se demostró que había hecho.

A.Irazusta